La Bella Smolensk
Era de día, pero aún de madrugada, el pueblo de Smolensk dormía y mi bici cargada de cosas atravesaba sus calles de pronunciadas pendientes, se veía bonita y pintoresca, típico en una ciudad europea del este. Su impronta rusa resplandecía con las cúpulas acebolladas de la Catedral de la Asunción que de color verde y con detalles dorados se eleva sobre los demás edificios. La ciudad me dio su bienvenida al cruzar el pórtico del fuerte construido a finales del siglo XVI para evitar los ataques polacos y lituanos, el cual se conserva casi en su totalidad, a pesar de que la ciudad ha sido atacada varias veces. Por las mismas calles que iba transitando, habían pasado el ejército napoleónico y el ejército nazi, heroica Smolensk que ofreció resistencia.
Llegué al hostel (Local Hostel) a eso de las 8 de la mañana, tenía una reserva a para ese mismo día y todos sabemos que los horarios de entrada suelen ser pasado el medio día y generalmente, si bien te permiten dejar los bolsos, no te dan la habitación. En este caso, afortunadamente sucedió lo contrario y me dieron la habitación sin ningún tipo de problema. La atención fue excelente, me permitieron dejar la bicicleta adentro y tras haber descansado un poco, a eso de las 11 de la mañana activé mi día. Con la cámara en la mano y esta vez a pie, salí a recorrer las calles smolenskanas en un día grisáceo y que de ratos nos sorprendía con alguna llovizna.


Recorriendo la muralla de la ciudad encontré una janukiá (candelabro judío que utilizamos para la festividad de jánuka) en la puerta de una casa, claramente era la sinagoga de Smolensk, decidí probar suerte bajando el picaporte de su puerta y pude abrirla, me mandé sin problema y al llegar al salón principal me encontré con el rabino rezando. Me presenté en idish y seguimos hablando en ese idioma, le conté de mi viaje y después de haberme preguntado si me había puesto tefilín ese día (artilugio utilizado para rezar que conecta la mente con el corazón) me invitó a almorzar en la planta baja de la sinagoga, sacó platos varios de la heladera e insistió a que me los termine. Así fuimos charlando de temas varios y le comenté como seguía mi viaje, al momento de mencionarle que iba a ir a Lituania atravesando Bielorrusia se desesperó en hacerme entender que no lo haga ¿por qué? Porque la frontera entre Rusia y Bielorrusia no tiene puesto de control, entonces no me van a sellar el pasaporte, por lo tanto al momento que quiera salir de Bielorrusia hacia la Comunidad Europea (no hacia Rusia), sí va a haber un puesto de control en el cual me van a pedir dicho sello y voy a tener, seguramente, problemas. A todo esto se comunicó con el rabino de Minsk (capital de Bielorrusia) para cerciorarse si toda la cuestión fronteriza seguía igual y dicho rabino lo confirmó, por lo tanto me pidió que por favor no vaya por ese lado, que mejor agarre por Letonia.

Seguí recorriendo un poco más de la ciudad y regresé al hostel. Cuando llegué, Kathia, la dueña y encargada me preguntó si podía salir un momento al patio, enseguida pensé que me había pensado que me había mandado alguna macana, pero no, el propósito era que estaba el marido, Boriz, tomando vodka con un nigeriano y quería que me sume con ellos. Así fue que empezamos a decir Na zdorovie (salud), a pesar de que, tanto el nigeriano como yo no podíamos hablar demasiado con el ruso ya que su inglés era básico. En eso cayó un chino a la ronda, que se hacía llamar “Antón” y que a pesar de no hablar inglés, hablaba ruso (y chino por supuesto). Eso fue excelente para poder empezar a dialogar con Boriz, yo hablaba en chino, Antón me traducía al ruso y cuando quería hablar el nigeriano lo hacía en inglés, yo lo traducía al chino y el chino al ruso… una tarde en la que para entender una sola frase los cuatros, originarios de distintos continentes cada uno, tardábamos más de unos 10 minutos. Los vacíos lingüísticos se fueron llenando con vodka hasta el punto de que comenzaba a olvidar el problema del cruce por Bielorrusia, situación por la cual ya había consultado a varios amigos “especialistas” en temas migratorios y ninguno sabía algo al respecto de Bielorrusia, pero que unánimemente me recomendaron probar de cruzar… veremos que sucederá en el próximo relato.
Y ustedes… ¿qué me recomiendan?
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