Dicen que el idish está perdido, que lo hablan los viejos y que es un idioma del pasado. Hay dos opciones para enfrentar a este tipo opiniones absurdas .La primera es la de responderles con un “gei kaken”. La segunda consiste en profundizar los
conocimientos, con el objetivo de transmitírselo a las generaciones venideras. Es por eso, que después de utilizar la primera opción recurrentemente, decidí afrontar la situación de forma madura y con un objetivo transformador, así fue que me anoté en el seminario de verano de idioma idish que desarrolla el Instituto Judío de Vilna, que funciona en la Universidad de dicha ciudad.
Dos días fueron suficientes para instalarme en Vilna, llegó el lunes por la mañana y con la bici me fui pedaleando las 20 cuadras que separaban al hostel de la universidad. Un recorrido cuesta abajo y con un paisaje
urbano deleitante. Al entrar al complejo universitario, la mujer de la puerta me dijo que debía abonar la entrada para hacer la visita, le dije que iba al curso y me dejó pasar (esta situación se repitió durante todos los días de cursada, la mujer nunca se acordaba de mi cara y me volvía pedir la entrada).
Habremos sido un total de cuarenta participantes, que a diferencia de lo que podría haberse esperado, las canas no sobre poblaban las aulas, sino que había una gran variedad etaria, en la que se destacaba la presencia de muchos jóvenes que apenas sobrepasaban los 20 años (podría haber sido mi caso, pero el tiempo ya me pasó por arriba). El cuerpo docente estaba integrado por profesores de todo el mundo: Michael Wex de Canadá, Vera Szabo de Hungría, Anna Vershik de Estonia y Abraham Lichtenbaum representando a la tierra de los gauchos judíos. Además de contar con lituanos, los alumnos también veníamos de todas partes: alemanes, suecos, franceses, suizos, ingleses, israelíes, estadounidenses, argentinos, chino-argentinos y seguramente de algún que otro país que no recuerdo. Entre ellos judíos y no judíos.
La cursada era intensiva, de lunes a viernes de 9 a 12 del mediodía, con un recreo de 45 minutos con refrigerio, que incluía las mejores delicias de la pastelería lituana. Al mediodía solíamos almorzar todos juntos y probar diferentes comidas en los restaurantes de Vilna, comíamos el delicioso borsht (una sopa fría de remolachas servida con sus papas calientes), las kibinias (empadas lituanas) y otros platos típicos de los cuales no recuerdo sus nombres. Por las tardes había otras actividades extracurriculares y por las noches algún que otro farbrengen, para celebrar cumpleaños, aniversarios o la simple vida. Entre las actividades extracurriculares tuvimos el honor de escuchar a Fannia, sobreviviente del gueto de Vilna y que hoy, con sus 96 años es la bibliotecaria del Instituto Judío. También fue un placer contar con conferencias como la de Arturo Keibel-Shein, un joven mexicano que expuso sobre la cultura idish en su país. Además de una espectacular conferencia de Abraham Lichtenbaum, sobre la literatura idish en la Argentina. No falto la hora de disfrutar de la música idish, a cargo de dos grandes artistas de alcance internacional, como Maya Pennington y Regina Hopfgartner.
Espero volver a participar pronto de una experiencia tan hermosa como esa, los invito a participar de estos cursos el próximo año, el otro, o el otro. Puede asegurarles que ese mes en Vilna fue, una verdadera “amejaie”.
זעיער גוט
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