domingo, 15 de julio de 2018

La mítica Lyuvabichi


Estación de trenes de Krasnoye
8.30 de la mañana partía el tren desde Smolenka hacia Krasnoye, la estación que de acuerdo al mapa estaba a 20 kilómetrose de Lyubavichi y por ende era la más cercana. Lyubavichi es  la tierra de donde proviene la mítica corriente judía jasídica Jabad Luvabith (Para los que no saben del tema, cuando vean a una persona en la calle utilizando un sombrero de tres puntas, barba y sin patillas largas, es muy probable que pertenezca a Jabad Luvabith). A las 8 de la mañana ya estaba en la estación, el tren interurbano era modesto, poca gente  y la bicicleta resultaba fácil de llevar, más que nada porque había dejado todo el equipaje en el hostel de Smolensk, ya que pensaba regresar por la tarde.


A las 10 de la mañana, después de haber recorrido 80 kilómetros en tren, ya estaba en Krasnoye, la última estación rusa antes de cruzar la frontera con Belarús.  Podía llegar a ver el borde con mis propios ojos, de hecho un tren proveniente del país limítrofe también acababa de arribar a la estación.


Típico paisaje pueblerino
Apenas me bajé del tren, agarré la bici y salí a recorrer los caminos rurales, una vez más el guía era el Google Maps. La ruta, a pesar de ser de ripio, parecía amena, el cielo gris amenazaba con la lluvia y el temo era que la tierra del camino se transforme en barro. Las cabras, las gallinas y las casas de madera componían el paisaje. Era una travesía agradable para los que nos gusta cada tanto escaparnos de las urbes y sentir el sabor del campo. La bicicleta estaba cómoda, sin peso, tampoco había pendientes pronunciadas y el ritmo de pedaleo venía en 20 kilómetros por hora, un lujo.
Camino rural
Habré hecho 20 cuadras en un camino solitario, cuando de repente escuché el sonido de un auto a lo lejos, me tiré hacia la derecha para que pudiese pasar con facilidad y cuando se acercó a mi lado se detuvo, lo primero que pensé era que iban a consultarme por algún camino, ya que al haberme visto en bicicleta supondrían que era un lugareño.  Pero al bajar la ventanilla descubrí que eran militares. Lo primero que me dijeron fue “pasporta”. Por esas casualidades de la vida se me ocurrió llevarlo, vaya uno a sabe por qué, porque en verdad siempre salgo sólo con el DNI argentino y/o el Fan ID. Al momento en que le di el pasaporte, el oficial se bajó del vehículo y abrió el baúl, me hizo una seña como para que pliegue la bicicleta y la guarde ahí… ¿Qué pasó? No lo sabía, me hicieron subir al auto y arrancaron. Lo primero que pensé fue que que quizá algún camino estuviera abnegado y me hacían el favor de llevarme. De compañero en la parte trasera del vehículo estaba un chico de Bangladesh, que hablaba inglés y medio que pudo explicarme la situación, tanto a él como a mí nos estaban deteniendo por haber cruzado de Belarús a Rusia sin haber presentado el pasaporte. Les pregunté utilizando el traductor si había algún problema y me dijeron que sí, gesticulando un sello con sus manos y diciendo la palabra “stamp”

La cuestión es que yo nunca había cruzado a Belarús, traté de hacérselos entender de mil maneras, pero los oficiales no hablaban inglés, estaba siendo detenido por el ejército ruso. El auto tomó la ruta y se acercó al puesto de control de frontera, nos bajaron al bengalí y a mí y nos llevaron a una casilla, ahí entregaron nuestros pasaportes, bajaron la bicicleta del auto y se fueron. Mientras esperábamos vigilados por otros soldados, se acercó un oficial ruso que hablaba en inglés y nos preguntó por qué habíamos cruzado sin haber realizado los controles migratorios, que habíamos cometido una terrible falta y que no podíamos irnos de ahí hasta resolverla. Le dije que yo nunca había cruzado a Belarús, que mi objetivo era ir a Lyuvabichi, que venía desde Smolensk y que a Krasnoye había llegado en tren, que todo eso era Rusia. El me dijo que el tren había venido desde Orsha y que eso era Belarús. Le dije que no, que venía desde Smonlenks, Rusia. Me volvió a preguntar si yo nunca había ido a Belarús y le dije que no, le mostré el pasaje de Smolensk a Krasnoye, también agarré la cámara y le mostré las fotos que había sacado en el camino. Me dijo que espere, le fue a hablar al oficial que estaba adentro de la casilla. Me preguntaron por qué estaba en Rusia, les dije que vine por la Copa del Mundo, entonces me pidieron el Fan Id (el cual había traido también de casualidad). El Fan Id, fue el as de espada, automáticamente me dijo “With Fan Id is not any problem”. Ahí el militar agregó que si iba para Lyubavichi quizás me vuelvan a parar en el camino, que les explique todo esto. Yo me reí y le dije “te lo expliqué a vos en inglés y no me hiciste caso, imagínate si se lo tengo que explicar a un militar en ruso”, el oficial se rió y ante la no respuesta le pedí que me grabé un video para mostrarle a los militares ante una posible nueva detención, se negó a hacerlo ya que no podía ser filmado con el uniforme puesto, le pedí que lo haga de civil y se volvió a negar.


En definitiva, ya había sido liberado, a pesar de que me hayan desviado 5 kilómetros del recorrido original. Peor suerte tuvo el bengalí, quien también había sido liberado por portar el Fan Id, pero quien no tenía manera de llegar a la estación nuevamente para tomar un tren hacia Moscú, ya que el vehículo que nos había traído se había retirado y tenía que regresar caminando (más de 5 kilómetros) o bien esperar que se acerque otro auto. Yo en la bici no podía llevarlo, así que sin más empecé a pedalear, primero recorriendo el camino adicionado y luego retomando el camino rural.

Camino con barro
El pedaleo seguía muy ameno, hasta que de pronto comenzó a llover. Me acordaba cuando una vez mi gran amigo Fabi me preguntó “Gordo, si llueve ¿qué hacés?” y la pregunta se responde en la ruta, cuando llueve… seguís pedaleando, el problema es cuando apenas se larga porque te empezás a mojar, pero después ya sos parte del agua. Y yo ya era agua y barro, el camino empezaba a abnegarse, la señal de GPS estaba perdida y la bicicleta con su rodado 20 y sus ruedas lisas, perdía la estabilidad, no era la mountain… Intenté forcejeando con el barro, pero no pude más, me bajé y seguí caminando. No sé si fue una buena decisión, porque a pesar de que los mosquitos nunca me pican, ese mediodía me había convertido en el almuerzo de todos los insectos voladores de esa zona, que quien sabe uno cuando fue la última vez que probaron la sangre humana. ¿Qué hacer? ¿Seguir? ¿Regresar? Intenté un poco más y de repente vi venir de frente a una cuatro por cuatro con un tráiler repleto de arena. Al verme, el conductor frenó, era un ruso de unos 50 años que llevaba a dos muchachos en la parte de atrás que no debían pasar los 20. El conductor bajó la ventanilla y comenzó a hablarme en ruso, no le entendí nada, obviamente. Saqué el teléfono y les escribí en el traductor que quería ir a Lyubavichi. Lo único que le entendí al conductor fue “Lyubavichi kaput”. En realidad no sé a qué se refería, se terminó yendo y yo me había resignado a regresar … sería para la próxima vez en la que venga a Rusia… Di vuelta subre mis pies y comencé a regresar, habré caminado unos 5 o 10 minutos cuando la camioneta volvió a acercarse, ésta vez sin el tráiler de arena ni los dos acompañantes en el asiento trasero. Volvíó el conductor a bajar la ventanilla y trataba de hablarme, pero no le entendía nada. Le dije “spanka”, “angliska” (español, inglés), ahí me dijo “deustch”, no podía creer lo que me había dicho ¿”Deustch”? le pregunté, “ia” me dijo “ij shprajt deustch” agregó … ¡estaba salvado! comencé entonces a hablarle en idish (Para los que no lo saben el idish y el alemán son bastante parecidos, como si dijéramos el italiano y el español). Así fue que me invitó a subir a la camioneta, plegué la bici y estaba adentro, seco y cómodo.

Arrancó y me dijo: “¿Lyubavichy? Lomir gein” (¿Lyubavichy? Vamos…) Mijail así se convertió con su camioneta Nissan, en el ángel salvador del camino.

El trayecto estaba peor que antes, todo devastado, me sentía en una travesía cuatro por cuatro, saltábamos para todos lados y Mijael, a pesar de la foto de la virgen que tenía al costado de su volante, no paraba de decir “oy oy oy “. Estuvimos más de media hora en la camioneta, así me contó que era ingeniero agrónomo, trabajaba en los campos de la zona. Criticó a Yeltsin y a Gorbachov. Pasamos por la casa de sus padres y me mostró las colmenas de miel alrededor del jardón. Me preguntó por qué quería ir a Lyubavichy, no le iba a explicar toda la historia del jasidismo y opté por decirle que era la tierra de donde vinieron mis antepasados, me preguntó el apellido y el único que conocía era Schneerson, el apellido del Rebe de Luvabith. Me dijo que los conocía y que el padre era amigo de ellos… incomprobable.

Monumento recordatorio
Placa Record
Finalmente llegamos, antes de entrar al pueblo Miajel paró la camioneta para cambiarse de ropa, tenía puesta la de trabajo y no podía entrar al pueblo sin estar presentable, por lo que cambió sus prendas embarradas por otras secas y limpias. En la entrada a Lyubavichi paramos para ver el monumento a las 483 víctimas asesinadas por los nazis, una piedra inlcuía el nombre en ruso de todas ellas y unas barras de piedra irregulares representaban los representaban. 






Luego seguimos hacia el centro de la ciudad, que era un poco más grande que Krasnoye, pero no dejaba de ser un shtetel, un pueblito. Al lado de la iglesia abandonada del pueblo, estaba reconstruida la sinagoga de Lyubavichy, me acerqué a la puerta y estaba cerrada, pero tenía un número de teléfono tallado aparentemente con una llave. Marqué ese número y me atendió un ruso, le pasé el teléfono a Mijael, que seguía al lado mío y habló con la persona del otro lado. Cuando cortó me dijo “tzvai, drai minut” (dos o tres minutos). Inmediatamente se acercó el encargado de abrir la puerta, un hombre con todos sus dientes de oro, quien tenía en su poder un abarrotado manojo de llaves, sacó la correcta como cual ganador del viaje a Bariloche, abrió la puerta y me hizo pasar. Me quedé recorriendo la sinagoga y sacando fotos y cuando terminé el cuidador se subió a la camioneta con nosotros para llevarnos hacia el cementerio donde están enterrados dos de los siete rebes de la dinastía de Luvabith. La tumba de los rebes es un Ohel, un espacio que se encuentra protegido y separado del resto del cementerio. Allí la tradición es escribir una carta con deseos que debe romperse sobre la lápida una vez leídos.  

Mijael seguía allí conmigo, de hecho entró conmigo a la sinagoga y al cementerio, no tenía noción de que Lyubavichi tiene tanta importancia a nivel mundial.  Cuando terminé todo el recorrido me dijo que me suba nuevamente a la camioneta y que me iba a dejar en Rudna, un pueblo donde podía tomarme un colectivo hacia
Con Mijael
Smolenska. El camino hacia Rudna, si bien no era perfecto, por lo menos no era de ripio y barro, sino de asfalto mejorado con muchos pozos, pero que se podía transitar cómodamente, incluso con lluvia. Cuando llegué a Rudna había colectivos a Smolenska a cada hora y eran más baratos que el tren, Mijael le rogó al chofer del micro para que me deje subir la bicicleta, me permitió hacerlo pero plegándola. Me despedí de éste gran amigo con un fuerte abrazo y me senté en el último asiento del bus, una hora después estaba tomándome un shnap de vodka en Smolenska para celebrar mi día de aventura.

Si algún día van a Lyubavichi, vayan por Rudna… Pero, si algún día quieren vivir Lyubavichi, vayan por Krasnoye.

1 comentario:

  1. Pablo ! Aventurero de aquellos. Que Dios siga protegiendo tu viaje. Me encantan tus relatos: me transportan al lugar. Cariños.

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