Me despedí de Smolensk con un beso rápido, sabiendo que
algún día la volvería a ver y desafiando al tiempo luego de haber arribado a la
estación a las 22.31 y un tren que partía a las 22.32. El control de seguridad
en la puerta me creyó que mí bici completamente cargada no contaba con
elementos peligrosos algunos, como armas y me dejaron pasar.
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Vagón comedor |
Me subí al tren y otra vez la cordialidad de las guardas se
hizo notar cuando nuevamente me ayudaron a subir la bici y a acomodar mis cosas
en el vagón. Tenía asignada una cama para poder dormir, pero la distancia no lo
ameritaba, iba a arribar a Minsk (la capital bielorrusa) a las 02.30 y podía
aprovechar ese tiempo para ir a tomar algo en el vagón comedor y poder escribir
un poco.
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Estación de Orsha |
Miraba de reojo el Mapa en el teléfono y me di cuenta de que
ya estaba en Bielorrusia, el tren había parado en la estación Orsha, pero nadie
había subido a revisar los pasaportes. Quizás lo hagan en la estación de Minsk,
pensé en ese momento.
Mientras degustaba del sabor de una Coca Cola caliente en el
vagón comedor y redactaba algunas líneas se acercó una mujer rusa que por el
escudo de su uniforme me di cuenta de que trabajaba en el tren. Al ver que no
entendía ruso sacó su teléfono, abrió el traductor y me dijo que era la jefa de
la formación y que contará con ella para lo que precise, que era un placer para
ellos que yo esté viajando en ese tren. Me sorprendió tanta amabilidad y le respondí
con un humilde “spasiva” (gracias). Ella se fue y yo seguí en lo mío.
Ya casi llegando a Minsk me acerque al vagón donde había
dejado mis cosas. La bicicleta estaba cubierta con una manta, la encargada del
vagón me dijo que lo hizo para que no se raye ni se rompa, obviamente esa
actitud terminaba de dejarme sin palabras ante la semejante amabilidad de los
rusos.
Ya estaba en Minsk, esperaba algún control en mí pasaporte,
pero nadie se acercó a verificar nada ¿Podía decir que había entrado ilegal a Bielorrusia?
No sé si ilegal, porque pasé a través de un medio de transporte oficial, pero
nadie había visto, ni sellado mi pasaporte, oficialmente los bielorrusos
desconocían de que su país contaba con la presencia de un Topo. Finalmente
estaba en Bielorrusia, sin haberle hecho caso al rabino (ver relato anterior http://untopoporelmundo.blogspot.com/2018/07/la-bella-smolensk_13.html)
, ni a los que en buena hora me sugirieron a través de facebook, no ir a
Belarús.
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Estadio del Dínamo de Minsk |
Salí de la estación de trenes y la ciudad estaba vacía, con
un cielo en pleno crepúsculo y yo un poco perdido buscando las coordenadas del
hostel que había reservado. En todo el trayecto sólo vi a tres seres humanos,
que estaban charlando en el banco de una plaza. Tenía a toda la capital
bielorrusa disponible para mí. La majestuosa figura del estadio del Dínamo de
Minsk apareció tras doblar una esquina y me quedé perplejo contemplando aquella
obra arquitectónica y pensando que quizás algún partido del mundial debería
haberse jugado en la hermosa capital de Belarús.
Finalmente y después de buscarlo por más de una hora,
encontré escondido en el cuarto piso de un complejo de edificios, al hostel
donde iba a quedarme. Si bien pude ingresar al edificio porque la cerradura
magnética de la planta baja estaba rota, había un problema, la atención al
público sólo era de 13 a 17 horas, a las 4 de la mañana, horario en el que
había llegado, no había nadie para recibirme. A pesar de haber tocado el timbre
una y mil veces, nadie salía a atenderme. Puteé un poco y no podía buscar otro
alojamiento porque éste ya lo había pagado de ante mano y no tenía como
reclamar los 10 dólares que me había costado.
Dejé todo (la bicicleta y el equipaje) en el pasillo de ese
edificio antiguo y con una mochila en la que puse la computadora, la cámara y
el pasaporte me fui a recorrer la ciudad. Era imposible encontrar un lugar
donde tomar un café, estaba todo cerrado. También era imposible encontrar wifi
donde poder conectarme, ya que todas los conexiones gratuitas me pedían ingresar
un número de teléfono donde mandar un código de activación y yo tenía una línea
rusa que no contaba con servicio de roaming. Una tremenda estupidez eso del
wifi, ya que si te vas a conectar generalmente es porque no tenés línea de telefónica
de ese país. Resignado me volví al edificio y me tiré a dormir en el pasillo,
tenía una manta con la cual taparme y así le pegué duro y parejo durante unas tres
horitas.

Ya cerca de las 8 de la mañana encontré una cafetería
abierta en la que me comí una tremenda torta de manzana, acompañada de un café.
¿El precio? Dos rublos bielorrusos (Un
dólar). Panza llena y corazón contento
me fui a caminar por la ciudad, en donde su estética estalinista se respira en
cada cuadra. Es importante tener en cuenta de que Belarús es considerada como
el último eslabón de la Unión Soviética, donde el Estado administra a más del
80% de las empresas de una economía basada esencialmente en la agricultura y
muy dependiente de la Federación Rusa. Aparentemente son muy altas las tasas de
inclusión y justicia social, donde las tasas de desempleo y pobreza son muy
bajas, si bien sólo pasé dos días, en lo poco que recorrí de la ciudad no se
ven personas viviendo en la calle ni pidiendo monedas.
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Estación Lenín |

Lenín es la figura esencial de la ciudad, así como son San
Martín en la Argentina, Artigas en el Uruguay, Bolivar en Venezuela, Washington
en Estados Unidos o Mao en China, cada uno podría encontrar el suyo en su
país... La estación de subtes próxima a la terminal ferroviaria lleva el nombre
del prócer soviético: “Lenina”, allí dentro una gigante hoz y martillo cuelga
desde el techo. Además, el prócer soviético cuenta con un monumento que está
emplazado nada más y nada menos que en la puerta de la casa de gobierno. Por
supuesto que existe también la calle Lenina, la cual es interceptada por la calle
Carlos Marx (K. Marka). Una hermosa esquina para darse cita y promover el
Marxismo-Leninismo.
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Esquina Lenín y Marx |


El monumento a la victoria es el ícono central de la ciudad,
es el que recuerda a la Gran Guerra Patria (La segunda guerra mundial),
episodio bélico que se encargó de destruir gran parte de lo que fue una hermosa
ciudad y que luego fue reconstruida entonces con sus anchas avenidas y
edificios rectangulares típicos de la arquitectura soviética. Debajo del
monumento, en el paseo subterráneo se encuentra la sala de la memoria, en la
que una corona roja de cristal honra a los héroes bielorrusos cuyos nombres se
encuentran escritos en las paredes adyacentes.

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100° de las fuerzas armas |
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No te tientes |
La propaganda estatal es predominante en la cartelería
urbana, la cual no sólo hace hincapié en las políticas socialistas, sino que
también promueve al deporte y desanima a los malos hábitos, como el consumo de
drogas. Así también coexisten publicidades de empresas que pertenecen al cliché capitalista, como Coca Cola, McDonald
o Mercedez Benz.
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Prosperidad a Belarús |
Se hicieron finalmente las 13 y volví al hostel, por suerte estaba
la recepcionista y le dije que estaba enojado porque había llegado antes y no
tenía donde dejar las cosas. Friamente me respondió que el horario de atención
era de 13 a 17 horas, tras esa argumentación me hizo el check in sin pedirme el
pasaporte y me dio las llaves. El hostel
carecía de personal las 24 horas, yo tenía las llaves, una gran ventaja, porque
esa noche en mi habitación de 8 camas estaba yo sólo y la habitación de al lado
estaba vacía, por lo que era como tener un departamento propio.
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Estación Oktubre |
Después de una merecida siesta, volví a recorrer la ciudad
en la tarde noche, cambié mis rublos rusos por rublos bielorrusos, una nueva
moneda para sumar a mi colección personal y por suerte no me pidieron el
pasaporte, de manera tal que la ciudad seguía desconociendo mi ilegalidad en
ella. Fui a buscar un bar donde tomarme una buena cerveza y casi todos los
lugares estaban vacíos, a pesar de que era jueves por la noche. Fui a uno que
me dijeron que era el único que estaba abierto hasta tarde, hasta las doce de
la noche… Pedí una cerveza artesanal que mucho no me gustó y luego me pasé a lo
seguro, una cidra (también artesanal) que tenía un gusto aceptable. El bar
cerró y yo tenía ganas de seguir conociendo, recorriendo las calles de Minsk
uno puede encontrarse muchos casinos, algo que excedía mi capacidad de
comprender las contradicciones dialécticas del socialismo, quizás sea
interpretación infantil del mismo. De todas formas y apelando al permiso
ideológico, decidí entrar para probar suerte, en la entrada me pidieron el
pasaporte, lamentablemente no para cobrar mi edad, sino que para registrarme.
Preferí no arriesgarme a ser descubierto como un posible ilegal y decidí girar
sobre mis talones y regresar al hostel para irme a dormir.
Me levanté al otro día y cuando quise disfrutar de un placentero
baño, apareció un pequeño problema: no había agua caliente. Por suerte la
encargada (o dueña) del hostel vino más temprano que de costumbre para limpiar las
habitaciones y le comenté la situación, se dirigió a un placard y yo pensaba
que atrás de esa puerta se escondía una llave de paso maestra que por motivo
alguno estaba cerrada. Pero no, la mujer sacó un balde y una jarra, puso a
hervir agua en una pava y de esa manera me indicó que debía bañarme. Según lo
que me hizo entender, era un problema momentáneo, quizás le dicen lo mismo a
todos o bien habría que ver a qué llaman momentáneo.




Tras ese baño
primitivo agarré la bici y me acerqué a visitar la Biblioteca Nacional de
Belarús que está un poco alejada del centro de la ciudad. Si bien la biblioteca
fue fundada en 1922, su edificio es bastante moderno, habiendo sido inaugurado
en 2006. Su arquitectura es bastante exótica, tiene forma de libro abierto y no
se puede definir ni como linda ni como fea. Dejé la bici atada a un poste y me
acerqué para subir a su mirador. En la entrada la persona que vendía los
tickets no hablaba inglés, pero sí un perfecto español, lo cual me resultó mucho
más cómodo para hacer la compra de la entrada por 10 centavos de dólar. La
vista de la ciudad de Minsk desde lo alto no era gran cosa. Luego fui hacia el
interior de la biblioteca, para conocer el lugar donde se albergan más de 8
millones de libros y que es considerada por eso como la tercer biblioteca del
mundo en cantidad de libros en idioma ruso.

Regresé pedaleando hasta el hostel para agarrar mis cosas e
irme a la estación de trenes para partir rumbo a Lituania. A mitad de caminó me
interceptó una tremenda lluvia que me impidió seguir pedaleando. Muy cerca vi
una boca de subte en la que ingresé para poder llegar más cómodo y más seco
hasta el hostel. La entrada del subte no tiene molinetes, sólo basta con
comprar un cospel que cuesta 50 centavos de dólar (que se puede pagar con
tarjeta de crédito) e insertarlo en unas barras de metal que deberían tener un
molinete o una puerta en el medio. Si bien podía haberme colado, llamaba mucho
la atención de los guardias de seguridad por tener una bicicleta. De hecho los
guardias se acercaron para decirme algo en ruso, lo cual no entendí, pero que
supuse que estaba relacionado a que no podía entrar con la bici. La plegué y
ahí me levantaron el dedo pulgar, apenas bajé a la estación volví a desplegarla
ya que me resultaba mucho más cómodo poder viajar con la bici armada. Llegué al
hostel y la lluvia había parado, agarré mis cosas y me fui a tomar el tren con
destino a Vilna, la capital Lituana. Esa misma tarde iba a saber si finamente
podía salir de un país al cual había ingresado de forma “ilegal”. Eso se los
contaré en mi próximo relato…
Podés ver mi video visitando Minsk en el siguiente enlace
https://www.youtube.com/watch?v=O7C11Yf9iAs&t=13s


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