domingo, 1 de julio de 2018




 Mi primer día en Moscú


Me levanté temprano, a eso de las 7 de la mañana, desayuné tranquilo las sobras de la cena del día anterior y me preparé para salir a recorrer Moscú. Empecé a caminar sus calles, no pudiendo dejar de contemplar tanta belleza arquitectónica, pasé por una casa de cambio en donde me hice unos rublos (1 dólar = 62 rublos) y a las pocas cuadras pude encontrar un shopping, me metí y encontré un negocio de electrodomésticos para poder comprar las fichas adaptadoras para los enchufes. 
Siempre que se va a un negocio de electrodomésticos, hay que buscar a los vendedores de las máquinas NesPressos, porque suelen ofrecerte café gratis para promocionarla. Dicho y hecho no me falló la teoría y ahí estaba disfrutando de mi capuchino gratuito. Continué con la búsqueda del adaptador y luego de consultarle a un vendedor, me dijo que le quedaba uno solo. Lo compré por 100 rublos (dólar y medio) y continué con el objetivo de llegar a la Plaza Roja.




En el camino me topé con la estatua de Karl Marx, con la que obviamente me fotografié. Llegué a la Plaza tras haber atravesado los controles de seguridad, poco rigurosos estando acostumbrado a los Chinos y cuando me acerqué al Mausoleo de Lenín, me dijeron que estaba cerrado, ya que no abre los viernes ni los lunes, excusa para quedarme hasta el martes en Moscú.




Aproveché que en la plaza había un grupo con una guía de habla hispana y medio que me colé. Le noté dos errores, que quizás tengan que ver con el hecho de que era rusa y se equivocó al traducir sus explicaciones al español.


Una es que dijo que Stalin fue sacado del mausoleo de Lenín en 1951, cuando en verdad aún estaba vivo, por lo que averigüé en internet y lo habían sacado en 1961 (quizás se confudió al decir el número), por otra parte dijo que la iglesia de San Basilio se llamaba también iglesia del 14 de marzo, por ser éste el día en que comenzaba a nevar en Moscú, cuando en verdad en esa época está por comenzar la primavera (quizás se equivocó comenzar por terminar). Quise interrumpirle para consultarle, pero tenía miedo de que se diese cuenta que estaba colado en el grupo.



Seguí recorriendo la plaza y encontré una familia con la bandera Argentina y la bandera Israelí, me acerqué para ver si los conocía, pero no. En ese instante un grupo de chinos comenzó a sacarse fotos con los nenes de esa familia y aproveché para conversar en mandarín con ellos. Una de las chinas de ese grupo me dijo que ella sabía que yo hablaba el idioma, sorprendido le pregunté cómo lo sabía y me dijo que ella había tomado el mismo vuelo que yo  (desde Beijing a Moscú) y que me había escuchado hablando chino con la azafata, de hecho se acordaba que mi asiento era el 49k… me dejó helado y paranoico.


El acento argentino flotaba por la Plaza Roja de Moscú, me sentía un poco en casa, era raro volver a escuchar nuestro hablar y que no provenga de algún amigo o conocido pekinés. Me acerqué a un grupo de Rafaela y me quedé charlando con ellos, en ese momento se acercaron unas rusas que quisieron sacarse selfies con nosotros por el mero hecho de ser argentinos. El mundial envolvía al a ciudad y era contemplado en cada esquina con los carteles, las camisetas de los distintos países y las personas caminando con su FAN ID como identificación permanente.


Regresé al departamento donde estaba parando para acomodar todo y tomar el tren que partía a las 20.48 con destino a Kazán. Una vez que llegué quise poner a cargar la compu y resulta que el adaptador no servía porque estaba mal hecho, puteé hasta en ruso, salí a buscar otro de inmediato y por suerte pude encontrarlo, literalmente, a la vuelta de la esquina. Mientras ordenaba todo me llegó un mensaje de una asociación de argentinos llamado Encuentro Argentino en Moscú, que me dijeron que había un micro que salía desde Moscú a la 23 para Kazan y que incluía la vuelta ¿el precio? Ni lo se los voy a decir porque fue carísimo. Tener pasaje de vuelta era un gran tesoro, porque de hecho quedarse en Kazán era imposible, no había disponibilidad alguna. Pude devolver el pasaje de tren y salir más tarde con el micro.

Me acerqué caminando al lugar de donde partía, había banda de argentinos, como buenos representantes de nuestra cultura, terminamos saliendo una hora más tarde de lo previsto, la salida de Moscú estaba congestionada, al punto tal de que tardamos cuatro horas en hacer 90 kilómetros. Los asientos un desastre y la comodidad pésima, Era imposible dormir e íbamos a llegar a muchísimo más tarde de lo que hubiese llegado si iba en tren. ¿Un acierto o un error? No lo sé, pero ya fue, estaba yendo a ver el partido de la selección y eso era lo más importante.

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