jueves, 12 de julio de 2018

Pedaleando por los campos rusos


Pedaleando por los campos rusos

Me fui a dormir sin poner el despertador y así fue como me levanté a las 10 de la mañana, habiendo perdido ya 7 horas de luz para poder pedalear. Tenía que salir lo antes posible, me bañé rápidamente y acomodé la bici como para poder irme. El dueño del hotel se acercó y me dio su tarjeta para que la tenga por si necesitaba algo, también me ayudó a acomodar todo en la bicicleta, sin dejar ninguna cosa suelta y que no se me caiga nada a mitad de camino.

Eran las 11 y ya estaba pedaleando, primero tenía que hacer los 5 kilómetros que había retrocedido el día anterior, es horrible cuando te pasa eso. El GPS volvió a desviarme por otros caminos internos hasta que finalmente terminé saliendo a la autopista, sí,  la mismísima autopista. Algunos dirán que estoy loco, pero muchas veces las autopistas suelen ser lo más confortable para andar en bici, especialmente por el tamaño de sus banquinas. Sin embargo, acá en Rusia las banquinas son finitas, en algunas partes se hacen anchas y en otras desaparecen, pero la mayoría del tiempo son finitas. También algo que me llamó la atención es que la autopista tiene semáforos, sí, semáforos, cuando atraviesa un pueblo y el semáforo se pone en rojo todos los autos frenan y se colapsa la ruta.

El ritmo de pedaleo era lento, las pendientes un poco pronunciadas y la bici si bien es muy cómoda para la ciudad, no está preparada para hacer este tipo de caminos, ni soportar tanta distancia. En verdad la bici se la banca, el que no se la banca es uno. Tomando en cuenta esa situación, decidí que la mejor opción iba a ser tomarme un tren
hasta Smolenks, de acuerdo a lo que había visto en una aplicación de trenes rusos, el próximo iba a salir desde Mozheyst, un pueblo ruso en las afueras de Moscú al que llegué a eso de las 10 y media de la noche tras haber pedaleado unos 91,3 kilómetros.

La boletería de la estación estaba cerrada, le pregunté a una persona si hablaba inglés, me dijo que no, pero utilicé el traductor para preguntarle donde podía sacar los pasajes y me dijo señaló que debía hacerlo en el andén de la estación, que se encontraba en el medio de las dos vías férreas. O sea, tenía que cruzar el puente con la bici totalmente cargada, para ir a sacar el pasaje.
Por suerte el puente tenía como dos barras de metal sobre su escalera, que estaban para utilizarse como rampa. Empecé a subirlo con la bici toda cargada y una persona se acercó a ayudarme, milagrosamente hablaba inglés, así que aproveché para preguntarle donde debía sacar el pasaje, me dijo que lo haga en las máquinas que estaban en el andén. En ese mismo instante llegó su esposa desde de un tren proveniente de Moscú, él le contó mi aventura y ella no lo podía creer.  Vladimir, mi nuevo amigo, me había dicho que debía comer algo antes de sacar los pasajes, entonces le pedí que me sugiera un buen lugar para ir, él me dijo que se encargaba de traerme algo y se mandó nomás. No alcancé a avisarle de que era vegetariano, pero su esposa lo llamó inmediatamente por teléfono para advertírselo. Al rato apareció con un wrap vegano, con dos panes rellenos de “kartoshka” (papa) y con una coca, le agradecí por el hermoso favor que me hizo y cuando le quise pagar se negó rotundamente, les insistí sin parar y se negaron ambos con total firmeza. Vale aclarar lo siguiente, ya que muchos me dirán “Topo, vos sos un experto en obtener gratuidades”, es verdad, pero siempre y cuando provengan de corporaciones u organizaciones varias, pero nunca de los laburantes.

Vladimir me mostró sus fotos en el partido de Rusia – Egipto, el de la goleada por 5 a 0, yo les mostré las fotos del partido Argentina – Francia, eran bastante fanáticos del mundial, de hecho, la esposa de Vladimir, que trabajaba en recursos humanos de Coca Cola, tenía una edición especial de las botellas de vidrio de Coca en las que estaban tallados los resultados de cada partido. Les pregunté si vivían en Mozhaysk y me dijeron que vinieron a visitar a la abuela de Vladimir y luego regresaban a Moscú.
Me agregaron al whatsapp y se sorprendieron de que en mi foto aparezca con traje, mi imagen seguramente que aparentaba ser la de un mísero pordiosero. Después de un buen rato de charla, Vladimir fue a sacarme los pasajes, bajó el al andén así no tenía que ir yo con la bicicleta cargada, cuando regresó me dijo que no se podían sacar los pasajes en las máquinas y lo que tenía que hacer era subirme al tren cuando venga y arreglar con el guarda. El pasaje costaba 1.200 rublos y me advirtió de que cuando me cobren no pague más que eso.  Me despedí de ellos regalándoles un llavero de Argentina a cada uno y me quedé esperando en una especie de hall vació que tenía la estación, en el que aparecía cada tanto algún borracho para utilizar el baño.

Media hora antes de la 1.13, horario en el que llegaría el tren, tras haber vuelto a cargar la bicicleta en el puente, ya estaba en el andén. El guarda me dejó pasar sin ningún problema y ahí me quedé esperando la llegada de la formación. En el andén éramos muy poco, además de mí y el guarda, estaban dos policías y una
señora que vendía café, nadie más. Me tomé un buen café “chorni” (negro) y los policías intentaron charlar conmigo, pero la barrera idiomática impedía cualquier tipo de conversación. Al rato apareció otra persona más que iba a tomar ese tren, me dijo que me iba a ayudar a subir la bicicleta. Llegó el tren y las guardas sólo me pidieron el pasaporte para ver si estaba “legal” en el país y subí sin ningún tipo de problema, dejé la bici toda armada en un pasillo y me recomendaron llevarme las cosas de valor conmigo. Me asignaron una litera (en la parte de abajo por suerte) y una de las guardas me trajo sábanas y una almohada para que duerma. Nadie me había pedido pasaje, nadie me había cobrado nada, me resultaba raro, sabía que en cualquier momento iba a venir un terrible guadañazo.
Dormí alrededor de una hora cuando el tren paró en una estación que no recuerdo el nombre, el chico que me ayudó a subir la bici en Mozhaysk me dijo que teníamos que ir a sacar los pasajes, el tren iba a estar detenido ahí por 15 minutos así que teníamos tiempo, sacamos el pasaje en la ventanilla de la estación y nos terminó costando tan sólo 700 rublos.

Eran las 2 y media de la mañana y ya era de día, la noche no existe en el verano ruso, costó dormirme con la luz del sol, pero de a poco lo fui logrando. Cuando ya estaba plácidamente dormido, me vinieron a despertar diciéndome “Smolensk”, ya había llegado.

El video de la aventura en el siguiente link: 











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